«Así que hice lo que me dijo y encontré al alfarero trabajando en el torno; pero la vasija que estaba formando no resultó como él esperaba, así que la aplastó y comenzó de nuevo.»
Jeremías 18:3-4 NTV
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Cuando decimos que nuestra vida está en las manos de Dios, y que Él es nuestro Señor; debemos reconocer que Él puede hacer con ella lo que desea.
Ya no podemos decir: «mi vida es mía y puedo hacer con ella lo que me venga en gana» -¡No!-, si Dios es nuestro dueño, es Él quien decide sobre mi vida, ya no es lo que «yo» quiero, sino lo que «Él» quiere.
Así que, si nos “aplasta” y comienza a “darnos forma” de nuevo, aunque nos duela o no lo entendamos, podemos estar seguros que al final todo este proceso será para nuestro bien.
© David García Licona – Noviembre 2013